miércoles, 15 de diciembre de 2010

COHERENCIAS EN LAS AULAS

COHERENCIAS EN LAS AULAS
Por Raúl Tola


Cuando en el último año del colegio imaginaba lo que sería mi paso a la universidad, sentía vértigo. Contaminado por mis tempranas lecturas de Vargas Llosa, Bryce y Ribeyro, imaginaba un ambiente como el del patio de letras de la casona de San Marcos, como la Plaza Francia, o como el de los cafetines del Jirón de la Unión, donde los intelectuales se reunían a discutir las noticias y tendencias que llegaban de Europa.

Pero apenas ingresé a principios de 1993 caí en la cuenta de mi ingenuidad. Hacía rato que la universidad había dejado de ser ese centro de debate y ebullición cultural, donde el conocimiento y la política eran dos caras de una misma moneda, y se vivía intensamente, al ritmo de lecturas y polémicas deslumbrantes. El Perú experimentaba los primeros coletazos de un gobierno que en nombre de la paz y la prosperidad había quebrado el orden constitucional hacía apenas un año, y la ideología imperante, incluso en los centros de educación superior, era el autoritarismo.

Por todos lados se sentía los aires de represión. Con la mente puesta en la anarquía del pasado inmediato, con huelgas interdiarias y la perturbadora presencia de los grupos subversivos entre el estudiantado, las autoridades universitarias habían decidido segar casi cualquier manifestación de libertad, con medidas que de tan estrictas resultaban ridículas. Llego a estar prohibido reunirse en los jardines, tocar guitarra y cantar en las facultades, y hasta los enamorados debían cuidarse de ser excesivamente efusivos. Los alumnos parecían laxados por este estado de las cosas, y las voces opositoras eran escasas. La gran mayoría se limitaba a asistir a clases con la idea de terminar cuanto antes su carrera.

Si esto ocurría en la católica, ¿Cómo sería el clima en las universidades públicas, como San Marcos, intervenidas militarmente, con tanquetas estacionadas frente a los pabellones y soldados dando rondas por el campus con el fusil al hombro?

Felizmente, aunque la crisis en la educación no ha encontrado solución, aquellos años pasaron. La actitud resignada de los noventa (que terminó entre olores de gas lacrimógeno en junio de 1997, cuando miles de personas marchamos contra la destitución de los magistrados del Tribunal Constitucional que se opusieron a la reelección de Alberto Fujimori), ha dado paso a organizaciones como Universidad Coherente, una ONG cuya dedicación al seguimiento de políticas de transparencia en la universidad pública ha contribuido al diagnóstico de este frondoso tema.


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