Metalepsis
Esa práctica de lenguaje –la metalepsis, pues es preciso llamarla por su nombre- ahora deriva a la vez, o sucesiva y acumulativamente, del estudio de las figuras y del análisis del relato; pero acaso también, por algún pliegue que hemos de encontrar, de la teoría de la ficción. Recuerdo que el termino griego por lo general señala cualquier modalidad de permutación y, más específicamente, el empleo de un término por otro, por traslado de sentido; no muy específicamente, se dirá entonces que a falta de cualquier precisión complementaria esa definición hace de metalepsis un sinónimo a la vez de metonimia y de metáfora; restringida esta última, por la tradición clásica,2 a los traslados por analogía, la equivalencia que subsistía entre metonimia y metalepsis se disipa, con la cual la segunda se ve reducida a tan sólo relación de exclusión, como por ejemplo la enuncia Dumarsais: “la metalepsis es una especie de (la) metonimia, por cuyo intermedio se explicita el consecuente (ce qui suit) para dar a entender el antecedente ( ce qui précede), o el antecedente para dar a entender el consecuente”.3
Ejemplo del primer caso, en Virgilio: algunas espigas por algunos años, ya que “las espigas suponen el tiempo de la siega supone el verano, y el verano supone el curso del año”; ejemplo del segundo, en Racine: he vivido por muero, pues no se muere sino después de haber vivido. Fontanier sólo reprochará a esa definición que desconozca la diferencia entre figura consistente en un solo vocablo y aquella que es consistente en más de uno: la metalepsis algunas espigas o he vivido implica dos palabras, por ende, no puede contar como un caso de metonimia, que es un tropo conforma al criterio en cierto modo cuantitativo ( cantidad de palabras) que Fontanier coloca por encima de cualquier otro: “según (el propio Dumarsais) la metonimia no debe consistir más que en un hombre, y no más que un nombre, empleado en lugar de otro; y la metalepsis, según la mayor parte de los ejemplos citados por él, consiste no sólo en gran cantidad de palabras, y palabras de distintas clases, sino incluso en una proposición completa” .4 sino se presta atención a esa querella puramente sintáctica –que por lo demás suele ser discutible: podría decirse que en algunas espigas ya la palabra espiga lleva el peso de toda la figura-, que no incide en las relaciones semánticas, se advierte que Fontanier acepta, diluyéndola un poco, la definición de metalepsis como metonimia (efectuada en varios vocablos) del antecedente por el consecuente, o del consecuente por el antecedente: ahora cito el tratado acerca de las figuras du discours, en el cual Fontanier la ubica entre los que a modo de concesión llama “tropos que constan de más de una palabra, o impropiamente dichos”: “ la metalepsis, que de modo tan inconveniente se ha confundido con la metonimia, y que nunca es sólo un vocablo, sino siempre una proposición, consiste en sustituir la expresión directa con la expresión indirecta, es decir, en dar a entender una cosa por otra, que la presede, sigue o acompaña, que está subordinado o como una circunstancia cualquiera respecto de ella, o, finalmente, se une o se relaciona con ella de modo que la mente la recuerde inmediatamente”. 5 también se observa que la definición de Dumarsais era más precisa que la de su sucesor, pues implícitamente caracterizaba la metalepsis como metonimia de la causa por el efecto y del efecto por la causa; pero ahora se verá que ambos retóricos concuerdan respecto de una nueva especificación de esa relación causal, caso peculiar: vaya nuestra gratitud hacia ellos por no haber deseado acuñar un nuevo nombre para bautizarla.
Ese caso peculiar es lo que –para permanecer tan cerca como sea posible de los ejemplos estudiados por ellos- puede llamarse metalepsis de autor. De modo algo evasivo, yo había atribuido esa locución a los “clásicos” en general. Ya no encuentro rastro alguno de esa fuente, que acaso había l hallado en sueños, pero no dejo de considerar que básicamente es una expresión fiel a los análisis de la retórica clásica. Esa variedad de metalepsis consiste –y cito los términos de Fontanier- en “transformar a los poetas en héroes de las hazañas que celebran ( o en ) representarlas como si ellos mismos causaran los efectos que pintan o cantan”, cuando un autor “es representado o se representa como alguien que produce por si mismo aquello que, en el fondo, sólo relata o describe”.6 Dumarsais había abordado ese caso usando términos más vagos, e incluso parcialmente desorientadores (pero sólo parcialmente; ya volveré sobre ese detalle), pues evocan igualmente bien, si no mejor, la práctica de la hipotipos: “también se atribuyen a esta figura esos modos de decir con que los poetas toman el antecedente por el consecuente, cuando en lugar de una descripción colocan ante nuestros ojos el hecho que la descripción presupone”.
En este caso, se trata –sin más- de metalepsis; para apreciar la cercanía ( que posteriormente volveremos a encontrar) entre ambas figuras, contamos, una vez más en Dumarsais,7 con la definición de hipotiposis: “existe cuando en las descripciones se pintan los hechos como si en ese momento se tuviera ante los ojos lo que se dice” ( ejemplo: el relato de Théramene en el acto v de Fedra); el articulo prosigue de manera algo más confusa: “se muestra, por así decir, lo que sólo se relata; en cierto modo se presenta ( on donne) el original por la copia, los objetos por los cuadros”. Supongo que los como si, por así decir, en cierto modo quieren connotar el carácter ilusorio del efecto, pero me parece que en este caso la ilusión consiste en “presentar” (es decir, en hacer pasar) la “copia” por el original, y el “cuadro” por su objeto, no a la inversa. Como suele pasar, la definición de Fontanier es mucho más taxativa:
NOTAS:
1 figures III, Paris, Seuil, 1972, pp. Y ss. (trad. Esp.: figuras III, Barcelona, Lumen, 1989), Nouveeau Discours du récit, París, Seuil, 1983, pp. 58-59 (trad. Esp.: Nuevo discurso del relato, Madrid, Cátedra, 1998). Volveré, necesariamente, a algunos de los ejemplos que citaba entonces. Entre tanto (el 29 y el 30 de noviembre de 2002) se celebró en París el coloquio internacional La Metalepse aujourd hui, cuyas actas se publicaron aproximadamente, y al cual debo algunas nuevas referencias y estímulos. El presente volumen es una versión ampliada de mi propia ponencia en ese coloquio.
2 para empezar, por Aristóteles, cuya posición es, no obstante, ambigua. En primer momento (poética, 1457b) la define, de modo muy general, como cualquier especie de traslado de sentido, no sólo por analogía, sino también del género a la especie y viceversa (lo que más tarde se llamará metonimia), antes (1459ª) de remitirla al don de “percibir correctamente las semejanzas”, lo cual la define exclusivamente por la relación de analogía.
3 Des Tropes (1730), París, Flammarion, 1988, p. 110.
4 Commentaire des Tropes (1818), Ginebra, Slatkine reprints, 1967, p. 107.
5 Les Figures du discours (1821-1827), Paris, Flammarion, 1968, pp. 127-128
6 Commentaire des tropes, ob. Cit., p. 116; les Figures du discourses, ob. Cit., p. 128
7 Des Tropes, ob. Cit., p. 151.
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