Definición de discurso
El concepto de discurso como sabemos, ha recibido acepciones diversas, y este mismo hecho nos obliga a precisar el sentido en que aquí Será utilizado. En otro trabajo me he referido a esos distintos usos y también he constatado que bajo la diversidad de acepciones subyace un denominador común: el termino discurso siempre alude –conservando el sentido inicial que le diera Benveniste- a la puesta en funcionamiento de un sistema de significación y a la intervención, por lo tanto, del sujeto, en tanto su presencia es imprescindible para poner en acto, por ejemplo, a la lengua.
El discurso, en el sentido que aquí se asume, ocupa –como lo propone parret (1987)- un lugar inmediato entre el concepto de lengua, entendida como el conjunto de articulaciones del sistema, y el de habla, en tanto realización individual de la lengua por parte de los hablantes. Entre ambos extremos, uno que da cuenta del sistema abstracto y otro que registra las variaciones concretas e individuales del uso, puede ubicarse una zona intermedia, un lugar de tránsito (que va de la co0mpetencia abstracta a la ejecución particular de un acto de hablar), lugar que posee sus propias regularidades, sus estrategias, sus dimensiones.
El nivel discursivo se constituye así con los tipos de rasgos: unos, pertenecientes al sistema lingüístico, y otros, provenientes de los distintos tipos discursivos que el habla va configurando. Los primeros comprenden aquellos aspectos que, según Benveniste, constituyen “ el fundamento lingüístico de la subjetividad”( 1978: 181), tales como los dícticos de persona, tiempo y lugar, el tiempo presente, la primera y la segunda persona, los modalizadores (poder, deber, querer), la aspectualidad ( lo puntual y lo durativo, y dentro de este aspecto, lo continuo y lo discontinuo, etc.), formas todas que residen potencialmente en la lengua pero a las que sólo el discurso los otorga principios de organización, regularidades y estrategias de uso. Los segundos rasgos a que nos referimos aluden, precisamente, a esos principios y estrategias que las distintas practicas discursivas y las culturas van generando (y que están en constante transformación, piénsese la historicidad de los géneros que hacen que un texto, por ejemplo, sagrado, pase a formar parte, en otro momento, de la institución literaria).
El concepto de discurso designa, entonces, un nivel de análisis de los textos que permiten contemplarlos como un espacio de puesta en funcionamiento de un sistema de significación, sostenido tanto por los rasgos generales del sistema como por los rasgos específicos propios de cada tipo discursivo (tales como características de género, reglas de organización textual, usos estilísticos, formas particulares de intertextualidad, etc.).
Además, para los fines de análisis del discurso, es necesario distinguir en el espacio discursivo dos niveles siempre presentes: el nivel del enunciado, que atiende a lo dicho, lo informado, el objeto de discurso, y el de la enunciación, que remite al proceso por el cual lo dicho es atribuible a un yo que apela a un tú. Ambos niveles conforman esa totalidad a la que llamamos discurso y, en ese sentido, puede afirmarse que el discurso es el todo y el enunciado y la enunciación son sus componentes.
Conceptos de descripción
Una primera aproximación a la descripción puede realizarse a partir de la comparación con otro de los modos de organizar la materia verbal: la narración.
Puede afirmarse que la narración modela el material verbal sobre el eje de la sucesión temporal y pone en escena una interacción entre narrador y narratorio.
Por su parte, la descripción dispone el material verbal basándose en el criterio de la simultaneidad temporal e instala en el discurso la presencia de un descriptor y un descriptario (en términos de Hamon).
Quisiera detenerme en un concepto que considero central para intentar definir la descripción: el concepto de simultaneidad temporal.
En el capítulo referido a la actividad descriptiva del libro Hablar de literatura, de Dorra (1989), se toma como punto de partida la consideración de dos modalidades básicas de efectuar relaciones lógicas: la asociación de entidades sucesivas y la asociación de entidades simultáneas, y se reconoce que la narración ejemplifica el primer tipo de relación y la descripción el segundo.
Es evidente que el autor quiere señalar que no debe traducirse esta oposición entre lo sucesivo y lo simultáneo mediante la pareja de opuestos dinámico vs. Estático. Dorra aclara: la narración “concibe y propone al objeto como un proceso sucesividad es en este caso un orden temporal. Por su parte, la descripción, al disponer sus términos sobre el eje de la simultaneidad, sustrae al objeto de la sucesividad temporal y lo propone como una duración o como un sistema de posibilidades transformacionales ya realizadas, la descripción es un procedimiento discursivo que hace de su objeto un espectáculos” (1989:260).
Creo importante destacar que la oposición entre ambas formas de representación no pasa por la presencia /ausencia de temporalidad sino por un tratamiento diverso de la misma: si la narración se funda sobre la sucesión temporal, la descripción sustrae al objeto del encadenamiento temporal, de la sucesión, y lo presenta como una duración temporal, como instalado en un tiempo suspendido pero no negado. En este tiempo suspendido y profundizado, en este tiempo especializado, los objetos comparten su temporalidad, existen simultáneamente, aunque el discurso por su propia naturaleza deba ordenarlos sucesivamente (y aquí “sucesivamente “significa más bien “orden espacial”, esto es, disposición sucesiva en el espacio material del texto, y no quiere decir “orden temporal” puesto que no hay orden temporal previsto para los objetos de una descripción excepto aquel que imponen los modelos descriptivos o los requerimientos estéticos ).
Hablar entonces de discurso descriptivo implica situarnos en este ámbito de preocupaciones y dar cuenta de la configuración especial de esos principios de organización y estrategias que nos permiten reconocer la presencia de lo descriptivo en los textos. Para ello, procederemos a deslindar los aspectos que se trataran en los dos grandes niveles: el enunciado descriptivo (al cual dedicamos el segundo capítulo) y la enunciación descriptiva (que desarrollaremos en los tres subsiguientes capítulos). Pero antes de avanzar más, debemos detenernos como lo habíamos enunciado, en el concepto de descripción.
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